Reseña de Soy yo, Édichka, de Eduard Limónov

Un canto de amor suicida a Elena Sergeievna, un retrato ácido de la diáspora soviética de Nueva York y una explosión sexual y obsesiva de la literatura del yo.

Eduard Limónov, Soy yo, Édichka, Marbot Ediciones, 2ª edición, 2020, 329 págs. (Traducción de Ana Guelbenzu)

En el mes de julio de 1976, el todavía joven Eduard Limónov, exiliado de la URSS en Nueva York, comienza a escribir una novela en su desangelada habitación del hotel Winslow, en la avenida Madison. Su segunda exmujer, Elena Sergeievna, le ha abandonado zahiriéndolo con una frase brutal: «Eres un cero a la izquierda». Ha sido expulsado su trabajo en un periódico ruso de la diáspora por su artículo «Decepción» y un amigo le salva llevándole a cobrar el subsidio básico que otorga el gobierno federal. 

A partir de ese momento, asistimos a un despliegue inusitado de verborrea que alterna lo poético y lo chabacano, sin que la lectura desmerezca en ningún momento. Conocemos a los habitantes del hotel Winslow: exiliados judíos rusos y otras formas de vida extravagantes; conocemos a los amigos de Limónov, en su mayoría ganapanes sin oficio ni beneficio que viven del subsidio o de poner a parir a URSS por cuatro perras en Radio Liberty; y conocemos a los amantes espontáneos con los que Édichka intenta recuperar la emoción de sentirse amado.

En sus vagabundeos por Nueva York, chapurreando inglés, el poeta ruso tiene encuentros sexuales con negros que viven en la calle, que lo acarician, lo tratan bien y le proporcionan placer sexual. Pero es una quimera, porque en las esquinas de las calles, en sus recuerdos y en las resacas de sus borracheras infames siempre acecha Elena Sergeievna, por culpa de la cual odiará a las mujeres por una temporada. 

Limónov en la azotea del hotel Winslow con su traje preferido en la época en escribía Soy yo, Édichka.

El sexo con los negros, que dará título a la edición francesa de la novela (Le poète russe préfère les grands nègres), dará paso a una suavización gradual de su recién adquirida misoginia, y buscará el amor de Carol, Roseanne y otras, pero acabará siempre en Elena, obsesionado por su presencia constante, su lascivia, la realidad de sus amantes y la frustración de no ver salida para su obra, más que en la lectura de la propia Elena. 

Sin embargo, la cuestión de la homosexualidad de Limónov, dado el carácter autobiográfico de la novela, no debe ser tomada en su sentido recto. En 2010, en el cuaderno de su diario N.º 7, el propio Limónov aclaraba la cuestión así:

«Nunca he sido gay. Son nuestros dirigentes, entre los cuales hay varios individuos de orientación no tradicional, quienes confunden el deseo con la realidad. Yo imprudentemente y de forma provocativa di a mi héroe de la primera novela mi pseudónimo literario, y dado que bajo ese pseudónimo entonces solo me conocían unas diez personas, cometí así un gran error en varios aspectos a la vez: 1) No pensaba que en el futuro me iría a vivir a mi patria escita y comenzaría a vivir bajo mi pseudónimo en lugar del apellido real, 2) Mucho menos pensaba que me convertiría en político escita en la «Escitia», donde las costumbres son más duras que en «Roma», los escitas son más salvajes. ¿Quién pensaba ser —en 1976— preguntarán ustedes? Un profeta en «Roma», pero primero debía convertirme en un gran escritor».

Las líneas dedicadas a la obsesión suicida se entrelazan con las descripciones esquemáticas de Nueva York y sus gentes, los recuerdos de su adolescencia en Járkov, las referencias a la intelectualidad rusa de la época, sus críticas aceradas a Sajarov y Solzhenitsyn, y su constatación de que en el país de las libertades todos son esclavos que se pavonean de ser libres. Limónov y otros artistas exiliados se encuentran inadaptados, muchos decepcionados del supuesto paraíso occidental, y todos sobreviviendo entre sueños estrambóticos y grotescos. Huyen de la URSS para dar salida a su obra, pero descubren ahítos, que solo les leen en la URSS. 

El poeta Limónov acaba, no obstante, reconciliándose a medias con Nueva York, una ciudad con la que ha mantenido una relación sexual, a la que debe cosas y que le debe cosas. Nueva York es el mundo porque Limónov es todo el mundo, y su literatura lo traga todo y a todos. Es él, Édichka.

*Gracias al tuitero Alexey Evseev por algunas puntualizaciones, el enlace al artículo por el que Limónov fue despedido del diario Russkoe Dielo y por la cita de su diario. También por la foto de la primera página del manuscrito, que reproduzco a continuación. Al parecer, Limónov manejó varios títulos: «Nueva York con 278 dólares al mes», «Amo la revolución», «Busco el amor».

1ª pág. del manuscrito de Soy yo, Édichka.

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