Kioto. Mapa sentimental

El mapa sentimental y el mapa turístico de las ciudades a veces coincide, pero el criterio que los delimita difiere por completo. En las siguientes páginas hablo de un Kioto muy personal, fruto de mis viajes continuados a la ciudad.

Vista general de Kioto desde el mirador de Higashiyama

Hay muchos tipos de mapas, pero quizás el más difícil de trazar sea el mapa sentimental de una ciudad. En especial si dicha ciudad es un destino turístico de primer orden, e incluso un lugar devastado por el turismo de masas como es la ciudad japonesa de Kioto. Un mapa para visitantes consignará los puntos principales de interés histórico, gastronómico, arquitectónico o religioso. Ocasionalmente, incluirá una sección de «lugares secretos», en un principio no tan famosos como los descritos en la guía general, pero dotados de un encanto particular que los convierte en objeto de deseo por parte del viajero que va un paso más allá del turismo convencional. Sin duda, ese «lugar secreto» ya no será tan secreto.

El mapa sentimental no se opone al mapa turístico en la superficie, o por lo menos, no tiene por qué oponérsele. La diferencia estriba en el criterio de demarcación. El templo de Ryoan-ji, famoso en el mundo entero por su jardín zen, tiene interés histórico, estético y arquitectónico obvios, pero podría tener un interés sentimental para un individuo, e incluso para un grupo de personas que asociasen alguna vivencia acaecida en el templo o relacionada de algún modo con él.

En este segundo caso, imaginemos que en tu juventud te enamoras de la chica que se sienta a tu lado en el tren, y que esta chica lee un libro de templos japoneses. En el momento en el que te enamoras de ella tiene el libro abierto por la página en la que se despliega una hermosa fotografía del templo Ryoan-ji. No has estado nunca en ese templo, pero lo recordarás, siempre que aquel amor fuera significativo en tu vida.

No me ocurrió nada parecido con Kioto, pero supongo que se entiende mejor lo que quiero decir con la idea de «mapa sentimental». En mi caso, los lugares significativos de Kioto apenas se superponen con los puntos de interés turístico. Antes de la pandemia, tuve la suerte de viajar a Kioto una vez al año. La primera vez fue en el 2012, y el primer día, tras una agotadora jornada recorriendo la ciudad y sin poder encontrar un acceso a Internet, mi esposa y yo recalamos en un Starbucks de la avenida Shijo-dori, muy cerca de los grandes almacenes Daimaru.

Hasta ese momento, yo era una especie de snob que detestaba los Starbucks, pero ese día accedí a entrar por estar muy cansado y necesitar urgentemente un acceso a Internet. Desde aquella fecha, mi percepción de los Starbucks ha cambiado por completo, y de alguna manera, siempre le estaré agradecido a la gran cadena de Seattle por haberme permitido conocer a dos de las personas más importantes de mi vida adulta: el señor y la señora Ito.

Entré en la susodicha cafetería y tuve la suerte de que la camarera hablase un inglés muy fluido, fruto de una estancia en Londres. Me recomendó que, a pesar del frío de noviembre, nos sentásemos en las mesas de fuera si queríamos acceder al Wi-Fi gratuito de la ciudad. Para combatir el frío, el propio Starbucks proporcionaba mantas para colocar en el regazo. Cuando llevábamos unos diez minutos sentados, una pareja de ancianos se acomodó en la mesa de al lado. Pidieron cafés y mantas, y a continuación se pusieron a fumar. Poco después, preguntaron algo a mi esposa en japonés (mi esposa es taiwanesa de ojos grandes, dando a veces la impresión de ser coreana o japonesa). Respondimos en inglés lo mejor que pudimos. El viejito no hablaba ni papa, pero ella se defendía. A base de inglés muy básico y de kanjis (caracteres chinos tradicionales) comenzamos a conocernos.

Cuando terminamos el café, ambos viejitos nos invitaron al día siguiente a su casa para comer sukiyaki. Desde aquel día, el matrimonio Ito pasó a ser una especie de familia adoptiva en el Japón, y todos los lugares que nos enseñaron y que frecuentamos con ellos durante los años siguientes se convirtieron en destinos de mi particular mapa sentimental de Kioto. 

Sukiyaki casero

Uno de ellos es, por supuesto, el Starbucks de Shijo-dori. El otro es la cafetería Takagi, en la que desayuné muchas veces con mamá Ito.

Café Takagi 高木咖啡

La puerta principal de este local da a la avenida Karasuma, más o menos hacia la mitad de las intersecciones de Gojo y Shijo. La puerta trasera conduce a una pequeña plazoleta presidida por el templo del barrio de Touro-cho. Los parroquianos habituales entran por esta puerta, los turistas que se alojan en el cercano hotel Nikko Princess o los viandantes entran por Karasuma.

El café está dividido en dos, casi a la manera de las viviendas, con una parte central que hace de eje. En la mitad cercana a Karasuma, hay mesas de cuatro comensales, el baño y, ya junto a la puerta, estanterías donde se vende café molido y otros complementos. El centro es un pequeño semicírculo en el que también puedes sentarte y que ofrece ceniceros y gafas de leer para los clientes de edades avanzadas, que son mayoría.

La mitad cercana a Touro-cho acoge más mesas y la barra, en cuyo extremo hay un pequeño biombo que da a un ventanuco, y que utilizan los camareros para tomarse descansos de cinco minutos y fumar. La decoración tiene un aire retro muy clásico y por supuesto, como es habitual en Japón, el ambiente lo pone el hilo musical de jazz. Es un sitio tan memorable, que lo utilicé en la última parte de mi novela El naufragio de los imperios para acoger una de las escenas más importantes y emotivas del libro.

Templo Kiyomizu Sannei Zaka Seiryu-en

Este es uno más de los miles de templos que existen en Kioto y se encuentra ya casi al pie de las colinas de Higashiyama, al este de la ciudad. Se puede llegar caminando después de atravesar el barrio de Gion en dirección al más famoso templo de Kiyomizu-dera. Lo conocí gracias a mamá Ito, que nos llevó una noche de otoño caminando para ver un fabuloso espectáculo de luces y sombras proyectado en diferentes partes del templo que le otorgaban un aura mágica indescriptible. Sentado en un porche de uno de los pabellones, mientras veía las imágenes proyectándose sobre el jardín, entré como en una especie de trance parecido, supongo, al síndrome del viajero de Stendhal. Fue una de las experiencias estéticas que más me han impactado, lo más cercano a vivir en un mundo de fantasía.

Templos Kennin-ji y Kennin-ji Honbou

Este complejo está situado justo al sur de Gion, en el parque del barrio de Kometsu. Es un lugar muy espacioso y agradable. Siempre lo recordaré porque el día que lo visitamos, había una exposición de caligrafía y pintura en uno de los pabellones.

Al entrar, era necesario dejar una firma en el libro de visitas. La organizaba una especie de asociación cuyas oubasan (mujeres de mediana edad tirando ya para mayores) se encargaban de dar la bienvenida al visitante. Al ver mi cara de occidental sonrieron muy amables y por medio de gestos me conminaron a firmar en la parte destinada a la escritura romana. Yo les dije «kanji», y ellas inmediatamente repitieron: «kanji, kanji, kanji», apuntando hacia la hoja en la que se firmaba en kanji. Mi mujer firmó y a continuación lo hice yo. Cuando nos dimos la vuelta, todas las oubasan y varios miembros de la asociación de calígrafos que por allí pululaban se apresuraron a ver mi firma mientras la comentaban animadamente entre ellos. A la salida, nos invitaron a un té.

Cuando vuelvo a Kioto, intento siempre visitar este complejo, pero desgraciadamente ya no están los amables y curiosos calígrafos.

Tienda de castañas Kyotanba 京丹波

Esta es una de las muchas tiendas que se pueden encontrar en el mercado de Nishiki, un sitio muy turístico, pero que nunca dejo de visitar. Está en una calle paralela a Shijo-dori, detrás de los grandes almacenes Daimaru. En el extremo más cercano a Kawaramachi, a punto de llegar a la ermita de Nishiki Temmangu, se encuentra esta tienda de castañas y de té, Kyotanba, donde sirven unas castañas grandes como gorriones, acompañadas de té y unos frutos secos que se pueden degustar en el piso de arriba del local. No tiene nada de particular, y como digo, es bastante turístico.

Sin embargo, fue uno de los primeros sitios que descubrí en mi primera visita a Kioto, y las castañas asadas en el frío otoño japonés me supieron a gloria. No hay visita a Kioto sin visita a los castañeros.

Castañas de Kioto

Pollo frito del Family Mart 

Bueno, esto no es exclusivo de Kioto, sino que se aplica a todo Japón, pero aun así vamos a incluirlo. Family Mart es la principal cadena de tiendas de 24 horas de Japón, superando a Lawson y 7-Eleven, entre otras. En Taiwán, donde resido, es la segunda. Las diferencias entre el Family Mart de Japón y el de Taiwán no son demasiado acusadas, y radican principalmente en los productos que se venden.

Sin embargo, hay un producto que no puede encontrarse en Taiwán pero que es ya un clásico de mis visitas a Japón: la pata de pollo frito. Nada mejor que entrar en un Family Mart entre horas para pedir al dependiente que te caliente la pata de pollo y comerla bien humeante y crujiente, con el punto justo de sal y sin demasiado aceite. ¡Y a cualquier hora del día! Sin embargo, en Taiwán, los locales de pollo frito abren normalmente a las cinco de la tarde. 

Cementerio de Jododani

Este camposanto, situado en una colina al suroeste de Kioto, acoge las tumbas de los padres de mamá Ito, y también de papá Ito, que desgraciadamente falleció en 2014 de un ataque al corazón en Oita, mientras dormía después de una jornada de pesca durante la que no se sintió demasiado bien. Cuando viajamos a Kioto, hacemos una visita obligada a su tumba y le ponemos café Suntory y un cigarro, que eran sus vicios preferidos. El señor Shinzaburo Ito era la persona más amable, risueña y acogedora que he conocido. Ahora es un kami y reposa en un hermoso camposanto, en espera de su querida compañera.

Mi novela, El naufragio de los imperios, está dedicada a su memoria. Cuánto te echamos de menos, papá de Kioto.

Familia de Kioto

Existen un par de páginas que pueden ayudar al visitante a realizar un tour interesante por Kioto sin recurrir a las agencias de viajes. Quién sabe, quizás fruto de una visita a la ciudad puedas, querido lector, formar tu propio mapa sentimental.

Kyoto Fan: página de Facebook en inglés dedicada a acontecimientos culturales, información sobre festivales y datos sobre la ciudad. Tienen página web.

Japonismo.com: página en español con información turística sobre Japón en general, pero abundan los artículos y rutas sobre Kioto. De los mejores sitios para planificar tu viaje.

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